DIARIO - COLUMNISTAS - 21/06/2011
Legislación Cultural 2.0
PUNTOS DE VISTA
Estos días se ha extendido una discusión entre algunos de los gestores culturales bolivianos a causa de la preparación de la llamada Ley de Mecenazgo a cargo del Ministerio de Culturas.
Probablemente las críticas que ha recibido dicho anteproyecto tengan su asidero, no sólo a causa del texto en sí, sino más bien en lo referente a otros puntos también importantes: el primero de ellos y no muy tratado, puede deberse a que la pertinencia de una ley de mecenazgo es un asunto necesario no sólo en el ámbito de las artes sino también en las esferas concernientes al asociacionismo, al deporte, a la filantropía, a la educación extracurricular y a todas aquellas iniciativas sin fines de lucro que persigan un interés social objetivo, habitualmente agrupadas en el denominado “tercer sector”.
Al no existir en Bolivia una ley más allá del Código Civil que trate este espectro, y al no haber tampoco legislación que acoja las potenciales voluntades de mecenazgo con este tipo de proyectos –con su específico tratamiento de desgravación fiscal como estímulo--, las instituciones ejecutivas del ámbito cultural han dado el primer paso en vista de una necesidad ampliamente requerida por los mismos artistas. Ello ocasiona que a la hora de debatir el contenido existan diferencias considerables de criterios y de ámbitos que buscan abarcarse.
El otro punto crucial, seguramente el que más diferencias ha causado, es el relativo a la sociabilización de dicho anteproyecto de ley, más aún si salta a la vista el efecto de las redes sociales y del poder del concepto del 2.0 o creación colectiva. Obviar la participación de actores civiles interesados resulta casi imposible, más aún cuando se trata de un colectivo con tan activa intervención en medios de comunicación y de construcción de pensamiento -los deportistas llevan años persiguiendo una ley similar y no logran ponerse de acuerdo en la redacción de la propuesta-. A propósito, vemos que se ha lanzado una plataforma on-line que recoge iniciativas, necesidades, inquietudes y otros gritos subversivos.
La discusión en sí es un avance, y si además se logra una ley a medida de las necesidades de nuestro medio, objetivo conseguido por dos razones: se lograría la implicación directa de los actores interesados, lo que despierta la automática abulia de tratar normativas similares en otros campos y espacios, obligando implícitamente al gestor cultural a que logre ser coherente con posteriores críticas, y sobre todo logre hacer efectiva la capacidad de transmitir las necesidades reales ante el legislador, que es lo realmente democrático.
Tratándose el hecho en sí, se podrían mencionar estímulos a proyectos individuales y colectivos. Los primeros pueden ilustrarse con transferencias directas a la creación condicionada: artistas en residencia que deban una contraprestación educativa. Incluso existen otros métodos creativos como las ayudas de apoyo a las giras: la institución pública emite una lista a modo de catálogo, en la que se contienen propuestas de jóvenes creadores, de forma que cuando un evento internacional como una feria del libro, bienal de arte o expo tecnológica quiera contar con uno de ellos, la entidad pública se comprometa a sufragar parte de los gastos de viaje/estadía/montaje. Por su parte, los incentivos colectivos pueden darse a través de fondos concursables para proyectos culturales concretos con duración determinada; con un fondo de libre disposición para instituciones catalogadas como de interés cultural, por medio de ayudas en especie o a través de formación técnica. Incluso mediante viveros de empresas culturales de riesgo compartido o por razón de la coparticipación con la empresa privada recibiendo ayudas condicionadas al turismo o al logro de alianzas multilaterales.
Las variables son múltiples y más todavía cuando varias son las cabezas típicamente creativas de gestores y artistas las que piensan en ello.
El autor tiene estudios en Administración de Industrias Culturales y Desarrollo Económico Local.
Por: Fadrique Iglesias Mendizábal Columnista
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